Experiencias

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Cozumel nos recibió con un azul infinito. Éramos 14 almas buceando entre corales vivos y tortugas majestuosas. La corriente nos abrazaba y la vida marina danzaba a nuestro alrededor. Cada burbuja era un latido compartido. Fue más que una inmersión: fue un encuentro con la maravilla, y un recuerdo eterno.

Mientras explorábamos el arrecife, el mar nos regaló un momento sagrado: un banco de mantarrayas emergió en silencio, deslizándose a apenas 15 metros de nosotros. Suspendidos en el azul, vimos sus alas de luz rozar el horizonte submarino. Nadie habló, pero todos entendimos: habíamos sido tocados por la magia del océano.

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El sol apenas tocaba el agua cuando descendimos al Mar de Cortés, 8 corazones latiendo en la misma frecuencia. Entre cardúmenes de plata y jardines de coral, nos deslizamos en un universo suspendido. Cada mirada bajo el visor era asombro puro, cada respiración un pacto silencioso con la inmensidad.

Nos sumergimos en el Mar de Cortés y el silencio nos envolvió como un manto cálido. A nuestro alrededor, bancos de jureles destellaban como espejos vivos, formando ríos de plata entre las rocas. Cada movimiento era una pincelada de vida salvaje, cada parpadeo capturaba un fragmento de eternidad bajo el azul profundo.

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En la bahía de Acapulco a 5 millas náuticas hacia mar abierto es un lugar esplendoroso para bucear, en este lugar realizamos inmersiones con la familia X, para coronar que se habían certificado como buzos, realizamos una serie de inmersiones en la frontera entre la bahía y mar abierto, tantas burbujas no podían ser otra cosa sino la inevitables risas de un familia disfrutando sus logros.